Mar Benegas: Diario de sueños

domingo, 29 de julio de 2012

Diario de sueños


Hace poco tiempo comencé a recopilar mis sueños, no es un ejercicio rutinario de apuntar lo que sueño cada noche, no, más bien he comenzado a hacer memoria. Recuerdo pasajes oníricos de cuando tenía 4 años en adelante, pocos, pero muy intensos. Sé que esos sueños que se han quedado en mi memoria forman un mapa de señales, que ellos son han sido faros que daban un poco de luz, difícil de distinguir racionalmente pero muy poderosa. Aunque yo no lo sabía entonces, los sueños siempre me han guiado en la vigilía. De pronto tuve la necesidad de ver ese mapa de señales en una línea cronológica, de poner orden y, además, intentar ofrecer las claves que la propia vida me ha ido ofreciendo de esos sueños con el paso de los años. 

Esta misma semana llegó un regalo de Barcelona: Diario de sueños de Homero Aridjis. El mismo poeta que dijo: Hecho el poema, el poeta desaparece, ha editado con FCE su Diario de sueños. Si bien el ejercicio de Homero no ha sido el mismo que yo me he propuesto,  ya que él ha realizado un diario contemporáneo de sueños, no deja de ser un libro que me ha hecho sentir menos sola. Porque abrirse a los sueños de otros es como descubrir la luz del rayo sin que llegue nunca el ruido del trueno, es adentrarse en la ilusión de compartir un espacio tan íntimo que nadie más cabe, es intentar estar acompañada como soñadora, saber que la obsesión de desvelar, que la obligación de atender esas imágenes no es única e individual. Igual que sucede con la poesía: siempre calma saberse acompañada en estos páramos: sueño y materia onírica: adobe para construír la casa del poema. Tal vez por eso, me ofrece tanto este libro:



CINE APOLO.

Que alguien abra las puertas del Cine Apolo
para que los niños pobres pasen a ver al niño 
gordo de Norteamérica comiéndose el pan del mundo.

En las butacas rotas se sienta Huitzilopochtlis
con dientes de oro mirando a los políticos llenarse
los bolsillos con corazones de gente sacrificada.

La película de estreno es "La ruta del desierto".
Las actrices son jóvenes rurales esperando
de madrugada los camiones de la muerte. 

Perros ferales las hallan en carreteras oscuras
con los pechos arrancados a dentelladas
y los zapatos negros del espanto puestos. 

En la caseta  del viejo cine, padre, veo tu silueta
proyectando en la sala vacía la película
de mi vida sobre una sábana blanca.

Padre, abro las puertas del cine Apolo para ver al niño
gordo de Norteamérica comiéndose el pan del mundo,
y sólo encuentro a Huitzilopochtlis con dientes de oro. 

(México, 20 julio 2006,  31 de enero de 2009)


AJEDREZ, CÓRDOBA, AÑO MIL

Es la última noche del mundo.
Al pie de los muros de Córdoba
Un monje cristiano y un guerrero moro
Juegan una partida de ajedrez.

Un caballero negro galopa
los caminos helados de la tierra.
Un visionario salido de una cueva
ha abierto los siete sellos.

Las siete trompetas han sonado.
Las siete lámparas se han prendido.
Los difuntos emergen de sus tumbas.
Una reina negra absorbe la luz del mundo.

Parado sobre una torre blanca
El ángel vengador levanta la espada.
Qué estampida de peones pasmados.
Qué caída de alfiles aislados.

Los jugadores apuestan la vida.
Pasa la noche.
Sale Sol negro.
Nadie gana nada. 

(7 de octubre y 1 de diciembre de 2006, sueño tenido dos veces) 


SOMOS HIJOS DE DIOSES CRUELES

Somos hijos de dioses crueles.
De nada sirve ver sus pirámides derruidas.
Aún no se desvanece la sangre en sus altares.
Aún sus manos asfixian nuestros sueños.

Su imagen está grabada en la piedra.
Sus espectros andan en nuestras ciudades 
vestidos de sicarios. Al fondo de la pesadilla,
nos aguardan con sus puñales negros. 

Aunque se vayan de esta tierra a otra tierra,
volveremos a procrearlos, ellos volverán a emerger
de nuestro adentro, atroces, despiadados, 
llevando nuestro rostro. Somos padres de dioses crueles. 

(París, 6 de octubre de 2009)

MIDAS

De los pequeños y los malvados es el poder. 
Fortuna les puso oro en el hocico
y teléfonos de diamantes en las manos. 

Mientras los bosques ardan y los ríos se pudran,
los Midas de este mundo contarán plata
y harán dinero sobre el lomo de los pobres.
Todo bien. Hasta que la muerte los iguale
y el viento pase cantando:
"Me importas madre, rey Midas,
rey de los bancos, las putas y la mierda".

(París, 24 de junio 2009)



 



Aridjis nació en Contepec, Michoacán, México, el 6 de abril de 1940, de padre griego y madre mexicana, el más joven de cinco hermanos. Su padre luchó en el ejército griego durante la Primera Guerra Mundial y en la Guerra Turco-Griega, cuando su familia fue obligada a abandonar su casa en Tire, al suroeste de Esmirna, Asia Menor. Su madre creció en Contepec durante la Revolución Mexicana. Después de casi perder la vida a la edad de diez años en un accidente de escopeta Aridjis se convirtió en un ávido lector y empezó a escribir poesía. En 1959 obtuvo la beca del Centro Mexicano de Escritores otorgada por la Fundación Rockefeller, el más joven escritor en recibir ese premio en los 55 años de historia del Centro.
En 1966 asistió al histórico Congreso Mundial de Escritores del PEN Club en Nueva York, presidido por Arthur Miller, en el que participaron poetas y escritores que después conformarían el boom latinoamericano: Pablo Neruda, Juan Carlos Onetti, Joao Guimaraes Rosa, Ernesto Sábato, Victoria Ocampo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Nicanor Parra y el mismo Aridjis.


 Imágenes: Katherine Blackwell, Adrian Borda, Juan Espinosa. Biografía: Wikipedia.




2 comentarios:

çç dijo...

Señalar, anunciar lo que se dice, deletrear el silencio, sin representar nada
pues hay algo que no desemboca, tal vez sean los sueños
la rueca se extiende allá al hollín de la frente de un niño, al paso del insomnio deshojando millones de vidas para fertilizar un mundo de fantasmas. hasta que no hagamos “significar” nuestros sueños ni sepamos amarnos a nosotros mismos, es necesario el diario de los sueños.
Saludos Mar. Es un placer deslizar los ojos y los dedos en tu hogar.

Mar Benegas dijo...

Tal vez esos símbolos que nos atraviesan y que preferimos obviar, tal vez esa materia poética colectiva, tal vez ese mirar hacia dentro, sea, como bien dices, la única manera de curar esta forma tan brutal que tenemos de estar en el mundo, esa ceguera que nos calcina y nos deja inmóviles.

Un abrazo y bienvenido,Rider.